Como si el sentido se lo pudiese dar uno,
como si las palabras brotaran por sí solas,
como si mi mano ya no sintiese el frio de ayer,
como si mis ojos volvieran a ponerse de color,
ese color desvanecido desde la ausencia de sí.
La vida pierde sentidos,
probablemente nunca los tuvo,
o más bien,
se encuentra en ese estado de sopor,
de donde ya nadie la puede sacar,
de donde ni siquiera ella
la podría sacar.
Ya no quedan cuerpos que abrazar,
ni hombros en que llorar,
la rutina diaria te quita la vida
o talvez le termina dando sentido a ella.
No se trata de no querer mirar,
ni de rendirse en la busqueda.
Sólo se trata de que ya nisiquiera
hay qué buscar.
Definitivamente,
hay que dejarle
a esta rutina
un pedacito / un pedacito
de incertidumbre.
La incertidumbre de encontrarte.
miércoles, 23 de abril de 2008
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